Si ven a alguien vivo (Crónicas)
La frase “si ven a alguien vivo díganle lo mismo”, la dejó marcada. Jenny no se imaginaba ver muertos a sus compañeros, aquellos con los que había compartido parte de su vida. Los tenientes habían muerto y varios de sus compañeros habían caído junto a ellos. Jenny y Maritza corrieron como nunca lo h...
- Autores:
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Alzate, Gabriel Jaime
Sánchez Zapata, Alejandra
Gómez Londoño, Ana María
Restrepo Delgado, Carlos Arturo
Silva López, Catalina Alexandra
Zuluaga Obando, Cindy
Trigueros Girón, Stephanía
Sanclemente Rugeles, Eva María
Orejuela Reyes, Jenny Patricia
Losada Suárez, Juliana
Hidalgo Niebles, Camilo Andrés
López Vargas, Katherine
Rocha Ruiz, Laura
Izquierdo Moreno, Diana Marcela
Rendón Echeverry, Mauricio
Ayala Garcés, Nathalia
Holguín Reyes, Natalia
Cortés Escobar, Stephanie
Cruz Páez, Tatiana Alejandra
Ramírez Arana, Valentina
Fajardo Bastidas, Melissa
- Tipo de recurso:
- Fecha de publicación:
- 2011
- Institución:
- Universidad de San Buenaventura
- Repositorio:
- Repositorio USB
- Idioma:
- spa
- OAI Identifier:
- oai:bibliotecadigital.usb.edu.co:10819/4535
- Acceso en línea:
- http://hdl.handle.net/10819/4535
- Palabra clave:
- Crónicas
Relatos personales
Literatura colombiana
Literatura colombiana
Autores vallecaucanos
- Rights
- License
- Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Colombia
Summary: | La frase “si ven a alguien vivo díganle lo mismo”, la dejó marcada. Jenny no se imaginaba ver muertos a sus compañeros, aquellos con los que había compartido parte de su vida. Los tenientes habían muerto y varios de sus compañeros habían caído junto a ellos. Jenny y Maritza corrieron como nunca lo habían hecho. No les importaba nada. “Pero esta imagen nunca se me va a borrar de la mente: en medio de la carrera que echamos, Yuli, una de nuestras compañeras más pequeñas, de tan sólo ocho añitos, venía acercándose con el brazo destruido y suplicando que no la dejaran morir. Pero ni siquiera alcanzó a terminar de pronunciar estas palabras cuando un hijueputa de esos guerrilleros le dio un tiro por la espalda. Maritza y yo nos quedamos paralizadas; de la carrera que traíamos ya no quedaba nada, sólo el mero agite de la respiración. Pensé, entonces, que me había llegado el momento. Fueron esos los segundos más largos de mi vida. Sólo podía pensar en mi mamá, en cómo estaría, en si ya se habría enterado de lo que estaba pasando, pues en pueblo chiquito todo se sabe” (Fragmento de una crónica). |
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